Aguas prohibidas

Aguas prohibidasLa muchacha que a ratos desanda el puente de Brooklyn no puede conocer el fondo del mar del país donde nació. Ella, que le bastaba una bicicleta para llegarse a la costa; que despertaba y dormía con el olor a salitre en el cuerpo; que mataperreaba en aquel pueblito de pescadores, le cuesta aceptar que, con más de tres décadas en las costillas, las profundidades del mar que tanto veneró —y todavía venera— aun le resultan ajenas.

“No se puede, eso es solo para turistas”, le explican. Comenta de su carnet de buzo, de cómo se ha sumergido en otras aguas y las deidades del océano le han mostrado las maravillas escondidas allá, donde dicen habitan las sirenas. Mas, pese a los tesoros descubiertos, ese mar siempre le será forastero.

Intenta de nuevo, pero es en vano. “No se puede, es solo para turistas.”, le repiten. El aval que la califica no tiene más peso que la ley que le pone límites al mar de su isla.

Inevitablemente, desvía la mirada hacia los tanques de oxígeno, al equipamiento amontonado en el rincón. Se resigna. Camina hacia la orilla para que el oleaje le acaricie los pies. “Y saber que uno está aquí, a casi nada para perderse mar adentro y ver el arrecife. Mi arrecife”, suspira.

Porque las olas y la arena también cuecen sus esencias, en el itinerario de su agenda vacacionista está, como una constante, el viaje a la playa. Su playa. Y a ratos los ojos se le pierden en el horizonte, fabulando con los secretos que yacen en el fondo del mar. Su mar.

La muchacha que desanda el puente de Brooklyn tiene las aguas de sus nostalgias presas en el teléfono celular. A ratos vuelve a perderse en las imágenes de la espuma, del sol besando el infinito, de la gaviota surcando el atardecer… y se aferra al día en que se perderá en los predios de Yemayá, la verdadera dueña y señora de los mares del país donde nació.

4 Respuestas a “Aguas prohibidas

  1. Apretaste!!
    Veremos hasta cuando ese mar nuestro nos estará prohibido!

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  2. El mar no puede pertenecer a nadie

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