A dos mesas de la mía, un hombre de aspecto infeliz le contaba historias —acaso ciertas— a dos turistas, mientras ellos le compraban cervezas.
Ropa manchada, barba salpicada de café, uñas sucias y piel deslucida por el polvo acumulado. Un mendigo en toda regla. Un buscavidas que hilvanaba ideas al vuelo para vivir, o sobrevivir.
Los turistas le dieron 20 CUC (el dólar de Cuba) mientras se despedían. “Quizás nunca le han regalado tanto dinero”, dije, y me alegré por aquel hombre de aspecto infeliz, ahora con el rostro iluminado.
Por suerte mi amigo también fue testigo de cuando el mendigo, una vez solo, se arrodilló, dio gracias al cielo, besó su regalo… y lo puso en un fajo que desenfundó del bolsillo. Un fajo bastante grueso, cabe notar, donde los billetes de CUC se multiplicaban como los panes y los peces.
A dos mesas de la mía ya no había un mendigo, sino un señor con rostro iluminado que pedía otra cerveza por la satisfacción de haber embaucado a dos víctimas más. Días después supimos que ese era el modus operandi de cada noche. Por suerte mi amigo también fue testigo.
Saludos,me gustó y mucho.
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Pingback: Un hombre de aspecto infeliz - La Joven Cuba
Cada uno elige la historia que relata, real o inventada, para calzar su «oficio de mendigo por cuenta propia» en nuestra Cuba bloqueada, convirtiendo su quehacer en una práctica despreciable para saciar su hambre de cerveza a costa de la caridad extranjera.
Ahora bien, ¿aprovechó ese pedigueño la modestas oportunidades de privilegio que de seguro le brindó su Cuba bloqueada para construirse una vida digna?
Solamente una acotación al margen.
Véngase a Querétaro en México a ver si pueden hacer la misma pregunta a las familias que emplazan cartones, en los portales del centro, para pasar las noches, o a los fiñes descalzos que en los hombros de otras personas no menos descalzas, hacen malabares por unas limosnas bajo los semáforos, en las horas en que nuestros fiñes, en la Cuba bloqueada, todos calzados, andan saciando su sed de conocimientos en nuestras modestas aulas.
Sólo eso, una acotación al margen.
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No se trata de una Cuba bloqueada o sin bloquear, ni de saciar hambres, ni de privilegios, ni de vida digna…
Tampoco se trata de México, ni de familias que emplazan cartones…
Es una historia, que si bien sucedió en Cuba, puede suceder en cualquier parte del mundo. Es eso, una historia… a la que no es necesario construirle escenarios ajenos bajo el criterio de la opinión.
Igualmente, solo una acotación al margen.
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Me gusto y concuerdo plenamente, una vez en Saint Tropez escuche haciendome la caimana amodorrada por el sol de junio:-), a un Principe de Montenegro relatar su dramatica huida a una gran dame inglesa que habia descendido en un grupo chic de un gran velero, y luego lo vi riendose alegre y despreocupado mientras cpmia con una joven en un discreto restaurant luego de zarpar la dear Lady, historia de vida
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Me gusta tu forma de contar una historia cotidiana… saludos, Carlos.
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