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Preparativos con somnolencia

Preparativos con somnolenciaQuien escuche las mil y una ideas barajadas en los encuentros con directivos, las estadísticas acerca de las acciones constructivas, de restauración y rescate efectuadas a propósito del medio milenio de fundación de Trinidad, pudiera cuestionarse si existe una villa paralela a la que desanda a diario, donde el engranaje para conmemorar la fecha trabaja con la sincronía de un reloj suizo.

La ciudad donde vivo –sumida entre las bendiciones y los desmanes del turismo, con una vida cultural volcada en satisfacer necesidades extranjeras, donde el abastecimiento de agua resulta punto rojo…– ofrece un paisaje más variopinto.  

Aquí coexisten inmuebles de antaño, testigos del esplendor azucarero, con viviendas de segundos y terceros niveles de hormigón, con terrazas y azoteas de estética infeliz, ejemplos de una tendencia contemporánea centrada en la ostentación y no en la conservación del patrimonio; aquí persisten paredes descascaradas y palacetes que se mantienen en pie gracias a la calidad de los materiales de su soporte, no como resultado de intervenciones estatales.

Así pues, lejos de tener mejor semblante para su 500 cumpleaños, la tierra del pintor Benito Ortiz y del teniente coronel José Téllez Caballero carga sobre sus hombros la cruz de la somnolencia. Además de repintar paredes, que ojalá no desluzcan después de las lluvias de octubre, sellar agujeros u otra actividad de poca envergadura, apenas se escuchan ecos de una acción a gran escala, un proyecto bien articulado y coherente con la magnitud que supone el medio milenio de existencia de la tercera villa de Cuba.

Con paciencia esperé el fin del primer semestre del año con la esperanza de ver, aunque fuera distante, un impulso en los preparativos. Nada sucedió. Contuve las ansias de escritura hasta que terminara julio. Nada sucedió. Y nada ha sucedido a solo dos días para sellar la primera quincena de agosto, salvo el pausado resarcimiento del Museo Romántico, obra cumbre del jolgorio, según fuentes oficiales, que para terminarla en tiempo y forma los encargados deberán pactar con Cronos o trabajar de madrugada.

No me sorprende, lo confieso. Ni la villa de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, la primigenia de la isla, escapó al rezago. Con semejante epidemia debe también lidiar la Santísima Trinidad, además del espíritu finalista de los líderes, las desavenencias históricas con la capital provincial, la no aprobación de un presupuesto a estas alturas-esto último un secreto a voces en días recientes entre otras talanqueras. No me sorprende, repito, pero no por eso duele menos.

Quizá en los últimos meses del año se desate la avalancha para cumplir en pocos días un plan diseñado para un año. A fin de cuentas, no sería la primera ni la última vez en emplear la mala costumbre del maratón, aunque al terminar las festividades la ciudad vuelva a desmaquillarse.

Mientras que en papeles se articula una estrategia perfecta, puertas afuera existe otra realidad. Si los acuerdos plasmados en tinta al terminar cada reunión fueran directamente proporcionales a las acciones reales ejecutadas en el territorio, los festejos por los 500 años de fundación de Trinidad estarían signados por tanta pompa que llegarían a abrumar.