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La Virgen del Teniente Coronel

«(…) dale la unidad a tu pueblo/siembra amorosa la unión (…)»

A María Antonia Téllez, nieta de José Téllez, y su familia, por permitirme contar esta historia

 Tal vez la decisión más difícil para el Teniente Coronel José Téllez Caballero durante toda su existencia fue cuando resolvió que su esposa e hijo mayor vivirían en una cueva hasta al fin de la guerra independentista.

Corría el período 1895-1898. La contienda contra los españoles llegaba a todos los rincones de la Isla. Para 1897 José había tomado Trinidad al frente de una columna compuesta por 180 hombres del Ejército Libertador y se refugiaban en las lomas del Escambray.

Antonia Marín y Emigdio, su esposa y primogénito, vivían en la casa ubicada en la calle Boca, pero Téllez escuchó rumores de abusos hacia las cónyuges de los insurrectos por parte de los panchos. Entonces el oficial trinitario se vio en la encrucijada de despojar a los suyos de toda comodidad y llevarlos loma arriba, donde se dormía con el machete en la mano por si sucedía un ataque imprevisto, para mantenerlos a salvo.

Pero no confiado en la protección que pudiera brindarle a su mujer e hijo, José sorteó los enrevesados caminos del lomerío y, auxiliado por sus camaradas, trasladó la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre de su casa hacia el interior de una cueva. Ahí le encomendó el amparo de todos.

Las velas encendidas por los mambises a los pies de la Patrona alumbraron aquella gruta que se convirtió en el templo más primitivo de todos, donde no valieron sermones ni doctrinas, solo la fe nacida del corazón hacia la Madre de los cubanos, cuyo nombre pronunciaron los trinitarios antes de cargar al machete como lo hizo Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Antonio Maceo, entre otros patriotas durante la Guerra de los Diez Años.

A los pies de esa imagen-literalmente-, dentro de la cueva, Antonia dio a luz a la criatura que dormía en su vientre antes de dirigirse a la manigua. La llamaron Estrella de la Libertad. Fue la primera hija hembra del matrimonio, nacida del coraje de su madre y los rezos a la Virgen, lejos de todo contacto con la civilización o partera alguna.

Solo cuando terminó la beligerancia hispano-cubana Estrella vislumbró otra realidad fuera del verdor de las palmas junto a sus padres y hermano mayor, los sobrevivientes de la tropa caminaron otra vez por las calles trinitarias y la hornacina salió de la caverna para permanecer en el cuarto, otrora habitación de la niña Estrella, donde perdura hasta nuestros días.

Quizá por salir ileso de tantos combates, porque la Caridad defendió de todo mal a los suyos, o por esos misterios insondables de la fe, el Teniente Coronel le ofreció cada siete de septiembre, vísperas del día de la Patrona de Cuba, memorables veladas culturales.

Cada año la imagen abandonaba su urna de madera y cristal para posesionarse en un altar edificado por José solo para ella. Alrededor del monumento rezaban, hacían o pagaban promesas; los trovadores de la ciudad como Isabel Béquer, La Profunda, cantaban con su guitarra, los poetas regalaban versos… hasta el alba del día ocho.

Téllez mantuvo la tradición hasta 1946, cuando falleció ciego a causa de la diabetes, rodeado del cariño de sus nueve hijos, los cuales heredaron el ritual y lo legaron a las generaciones venideras.

Por eso el bisnieto del Teniente Coronel limpia los candelabros, guardabrisas; encarga flores… a pocos días para celebrar cuatro siglos del hallazgo de la Virgen Mambisa en la Bahía de Nipe.

Otro año más la morada abrirá las puertas como en tiempos del mambí, hijo raigal de esta villa, figura trascendente si hablamos de historia local, cuya existencia desconocen las nuevas generaciones de trinitarios. De él sobreviven retratos, el uniforme, el silbato de guerra, la jícara que usara en la manigua, entre otros objetos donados por sus hijos al Museo Municipal de Historia.   

Nadie sabe y su espíritu asome por una ventana o los muros de la casa este siete de septiembre, sonría feliz mientras contempla la imagen ante la cual nació su primera hija y vea el fruto de una semilla sembrada siglos atrás, cuando su bisnieto tome el rosario a las doce en punto y rece una Salve a la Patrona de Cuba.